A la mañana siguiente, estaba lista antes de
la hora. Para sorpresa de Julia, cuando entró en el portal de mi casa, yo ya
estaba esperándola.
-Madre mía, debería haber intentado juntaros
hace mucho, me habría ahorrado largas horas de espera –comentó riendo mientras
caminábamos.
Sonreí, no queriendo volver a describir lo maravilloso
que era Jaime durante dos horas, como había hecho la tarde anterior. Como una
buena mejor amiga, ella se había alegrado como si, en vez de pasarme a mí, le
hubiera pasado a ella.
Caminamos, para variar, hablando de Marcos,
el chico nuevo. Julia no era capaz de hablar de otra cosa. Le conté lo sucedido
con él la tarde anterior, la discusión que tuvimos.
-¿Y no me lo contaste ayer cuando me
llamaste? –preguntó, ofendida.
-Lo cierto es que se me olvidó por completo.
Julia resopló y puso los ojos en blanco.
-No creo que a mí llegara a olvidárseme
jamás ningún piropo salido de esos labios… -de pronto, su cara se iluminó y me
agarró del brazo, emocionada- ¿En serio te dijo que yo le parecía muy
simpática?
Reí y volví a contarle con todo lujo de
detalles la parte de la conversación referida a eso. Caminamos elaborando
teorías de lo que podrían significar aquellas palabras, y de las posibilidades
que tendría mi amiga de que Marcos le dijera que sí en caso de que lo invitara
a dar una vuelta aquel viernes.
-Pero… tendrías que venir tú también, ¿eh?
–me miró, suplicante.
-¿Yo? ¿Para qué? ¡Ni hablar! Suficiente
tengo con verlo en clase todos los días.
-Por favor, te lo suplico… ¡Imagínate que no
sé qué tema sacar! Es que si la primera tarde quedamos solos, podría ser un
desastre y que no quisiera volver a salir conmigo. Con más gente es menos…
violento. Te podrías traer a Jaime.
Pensé en la reacción de Jaime cuando lo
invitara a un plan en el que estaba Marcos, un chico al que ninguno de los dos
soportábamos.
-Si consigues convencerlo, entonces vale.
-¡Gracias!
Ya iba a decir que dudaba mucho que lograra
que Jaime aceptara semejante proposición, pero me mordí la lengua, no queriendo
arruinar la felicidad de Julia: caminaba dando saltos de alegría,
prácticamente.
Llegamos al patio, y nos sentamos en
nuestro sitio habitual. No tardamos en localizar a Marcos, justo en frente de
nosotras, al otro lado del patio, sentado en el suelo junto a su mejor amigo,
Rafa.
Al parecer, Rafa y él eran como Jaime y yo,
casi primos. Habían ido siempre a la misma escuela y, por motivos desconocidos,
el año pasado Rafa se cambió a nuestro colegio, dejando a su amigo del alma
atrás. Pero, tras no conseguir que su madre lo dejara cambiarse al mismo
colegio, Marcos había logrado que lo expulsaran del otro y así poder venir a
este.
Quizá hacía falta más que esfuerzo para
conseguir entablar una buena relación de amistad con Marcos, pero estaba claro
que, una vez lo hacías, sabía ser amigo de sus amigos.
-¿Has visto a Jaime? –inquirí recorriendo el
patio con la mirada.
Negó con la cabeza, mientras seguía observando
a Marcos sin disimulo alguno. Mientras tanto, yo volví la cabeza a mi móvil y
le mandé un mensaje a Jaime.
“¿Dónde estás? Yo estoy donde siempre. He
llegado pronto tal y como te dije, pero tú no, ¿eh? ¡Ya te vale! Date prisa, te
estoy esperando…”
En menos de treinta segundos, sentí el
teléfono vibrar en mis manos y la pantalla iluminarse, anunciando una
respuesta.
“Yo también estaba aquí pronto, pero he
tenido que volver porque me había dejado una cosa. Estoy ya en la entrada,
¡espérame un poco más!”
Sonreí, preguntándome qué sería eso tan
importante que había provocado que se volviera a su casa solamente para
cogerlo. Bien era cierto que su casa estaba a cinco minutos andando desde allí,
pero, conociendo su puntualidad, era un hecho bastante llamativo.
Precisamente en aquel momento, vi cómo
bajaba las escaleras que daban al patio, y me levanté para ir en su busca. No
tardó en verme, y la sonrisa que se dibujó en su cara hizo que aquellos minutos
de espera hubieran merecido la pena.
Cuando estuvimos lo suficientemente cerca,
me abrazó y me dio un suave beso.
-¿Qué es eso tan increíble que ha conseguido
que llegues tarde, algo que yo no he conseguido en toda la vida?
-Una sorpresa. Ven, que te la enseño.
Fuimos de vuelta hacia donde habíamos dejado
las mochilas. Julia ya no estaba ahí. Se me ocurrió que quizá estaría con
Marcos y miré para comprobarlo. Efectivamente, estaba sentada a su derecha
charlando animadamente con él. Mi mirada se posó casualmente en Marcos, que
resultó que me estaba mirando con una expresión extraña, pero desde tan lejos
no fui capaz de descifrar su significado; parecía una mezcla entre decepción y
diversión.
Me encogí de hombros y volví mi atención a
Jaime, que estaba sacando una carpeta pequeña pero muy abultada de su mochila.
Quitó las gomas que la cerraban y la abrió. Dentro había varios montones de fotos,
separados entre sí por papeles. No tardé en reconocerlas.
-Son tus regalos de cumpleaños… -murmuré,
cogiendo el primer montón.
Cada año, desde que había aprendido lo que
era una foto, le había hecho el mismo regalo de cumpleaños a Jaime: imprimía
varias imágenes en las que salía junto a él y por detrás escribía algún
comentario, una frase, una anécdota,…
-Desde que empezaste a hacerlo –sonrió él-.
Creo que fue cuando cumplí cinco años, que a ti te habían regalado una cámara
por Navidad y te la llevabas a todas partes.
-Sí, yo también me acuerdo.
En la primera foto aparecíamos él y yo a la
edad de cuatro años, sentados en un banco comiendo dos enormes helados. Aquella
era una de mis favoritas. Formaba parte del regalo que le hice el año anterior,
de eso estaba segura.
-Menos mal que has vuelto a buscarlo
–comenté mirando las siguientes-. Así hoy no me aburriré tanto en clase.
Las guardé y metí la carpeta en la mochila,
dispuesta a reservarlas para todas las horas que tendría que estar sentada
delante del pupitre, sin otra cosa que hacer que verlas… o atender, claro.
Comenzamos a hablar y al poco rato sonó el
timbre que indicaba el comienzo de la jornada. Fuimos a las escaleras y busqué
a Julia para subir juntas como siempre, pero no había ni rastro de ella.
Seguirá con Marcos, pensé. Y entonces me vino a la cabeza la mirada que le
había pillado echándome y me pregunté cómo mi mejor amiga era capaz de
soportarlo. Y así, sin quererlo, pero por segunda vez consecutiva, empecé el
día pensando en Marcos y sus ojos marrones.
AcAbo de leer tu novela i me encanta, espero el siguiente capitulo i te sigo:)
ResponderEliminarMuchas gracias!:) ¿Me tienes en el Tuenti?
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