martes, 17 de enero de 2012

Capítulo 1.4


   A la mañana siguiente, estaba lista antes de la hora. Para sorpresa de Julia, cuando entró en el portal de mi casa, yo ya estaba esperándola.
   -Madre mía, debería haber intentado juntaros hace mucho, me habría ahorrado largas horas de espera –comentó riendo mientras caminábamos.
   Sonreí, no queriendo volver a describir lo maravilloso que era Jaime durante dos horas, como había hecho la tarde anterior. Como una buena mejor amiga, ella se había alegrado como si, en vez de pasarme a mí, le hubiera pasado a ella.
   Caminamos, para variar, hablando de Marcos, el chico nuevo. Julia no era capaz de hablar de otra cosa. Le conté lo sucedido con él la tarde anterior, la discusión que tuvimos.
   -¿Y no me lo contaste ayer cuando me llamaste? –preguntó, ofendida.
   -Lo cierto es que se me olvidó por completo.
   Julia resopló y puso los ojos en blanco.
   -No creo que a mí llegara a olvidárseme jamás ningún piropo salido de esos labios… -de pronto, su cara se iluminó y me agarró del brazo, emocionada- ¿En serio te dijo que yo le parecía muy simpática?
   Reí y volví a contarle con todo lujo de detalles la parte de la conversación referida a eso. Caminamos elaborando teorías de lo que podrían significar aquellas palabras, y de las posibilidades que tendría mi amiga de que Marcos le dijera que sí en caso de que lo invitara a dar una vuelta aquel viernes.
   -Pero… tendrías que venir tú también, ¿eh? –me miró, suplicante.
   -¿Yo? ¿Para qué? ¡Ni hablar! Suficiente tengo con verlo en clase todos los días.
   -Por favor, te lo suplico… ¡Imagínate que no sé qué tema sacar! Es que si la primera tarde quedamos solos, podría ser un desastre y que no quisiera volver a salir conmigo. Con más gente es menos… violento. Te podrías traer a Jaime.
   Pensé en la reacción de Jaime cuando lo invitara a un plan en el que estaba Marcos, un chico al que ninguno de los dos soportábamos.
   -Si consigues convencerlo, entonces vale.
   -¡Gracias!
   Ya iba a decir que dudaba mucho que lograra que Jaime aceptara semejante proposición, pero me mordí la lengua, no queriendo arruinar la felicidad de Julia: caminaba dando saltos de alegría, prácticamente.
    Llegamos al patio, y nos sentamos en nuestro sitio habitual. No tardamos en localizar a Marcos, justo en frente de nosotras, al otro lado del patio, sentado en el suelo junto a su mejor amigo, Rafa.
   Al parecer, Rafa y él eran como Jaime y yo, casi primos. Habían ido siempre a la misma escuela y, por motivos desconocidos, el año pasado Rafa se cambió a nuestro colegio, dejando a su amigo del alma atrás. Pero, tras no conseguir que su madre lo dejara cambiarse al mismo colegio, Marcos había logrado que lo expulsaran del otro y así poder venir a este.
   Quizá hacía falta más que esfuerzo para conseguir entablar una buena relación de amistad con Marcos, pero estaba claro que, una vez lo hacías, sabía ser amigo de sus amigos.
   -¿Has visto a Jaime? –inquirí recorriendo el patio con la mirada.
   Negó con la cabeza, mientras seguía observando a Marcos sin disimulo alguno. Mientras tanto, yo volví la cabeza a mi móvil y le mandé un mensaje a  Jaime.
   “¿Dónde estás? Yo estoy donde siempre. He llegado pronto tal y como te dije, pero tú no, ¿eh? ¡Ya te vale! Date prisa, te estoy esperando…”
   En menos de treinta segundos, sentí el teléfono vibrar en mis manos y la pantalla iluminarse, anunciando una respuesta.
   “Yo también estaba aquí pronto, pero he tenido que volver porque me había dejado una cosa. Estoy ya en la entrada, ¡espérame un poco más!”
   Sonreí, preguntándome qué sería eso tan importante que había provocado que se volviera a su casa solamente para cogerlo. Bien era cierto que su casa estaba a cinco minutos andando desde allí, pero, conociendo su puntualidad, era un hecho bastante llamativo.
   Precisamente en aquel momento, vi cómo bajaba las escaleras que daban al patio, y me levanté para ir en su busca. No tardó en verme, y la sonrisa que se dibujó en su cara hizo que aquellos minutos de espera hubieran merecido la pena.
   Cuando estuvimos lo suficientemente cerca, me abrazó y me dio un suave beso.
   -¿Qué es eso tan increíble que ha conseguido que llegues tarde, algo que yo no he conseguido en toda la vida?
   -Una sorpresa. Ven, que te la enseño.
   Fuimos de vuelta hacia donde habíamos dejado las mochilas. Julia ya no estaba ahí. Se me ocurrió que quizá estaría con Marcos y miré para comprobarlo. Efectivamente, estaba sentada a su derecha charlando animadamente con él. Mi mirada se posó casualmente en Marcos, que resultó que me estaba mirando con una expresión extraña, pero desde tan lejos no fui capaz de descifrar su significado; parecía una mezcla entre decepción y diversión.
   Me encogí de hombros y volví mi atención a Jaime, que estaba sacando una carpeta pequeña pero muy abultada de su mochila. Quitó las gomas que la cerraban y la abrió. Dentro había varios montones de fotos, separados entre sí por papeles. No tardé en reconocerlas.
   -Son tus regalos de cumpleaños… -murmuré, cogiendo el primer montón.
   Cada año, desde que había aprendido lo que era una foto, le había hecho el mismo regalo de cumpleaños a Jaime: imprimía varias imágenes en las que salía junto a él y por detrás escribía algún comentario, una frase, una anécdota,…
   -Desde que empezaste a hacerlo –sonrió él-. Creo que fue cuando cumplí cinco años, que a ti te habían regalado una cámara por Navidad y te la llevabas a todas partes.
   -Sí, yo también me acuerdo.
   En la primera foto aparecíamos él y yo a la edad de cuatro años, sentados en un banco comiendo dos enormes helados. Aquella era una de mis favoritas. Formaba parte del regalo que le hice el año anterior, de eso estaba segura.
   -Menos mal que has vuelto a buscarlo –comenté mirando las siguientes-. Así hoy no me aburriré tanto en clase.
   Las guardé y metí la carpeta en la mochila, dispuesta a reservarlas para todas las horas que tendría que estar sentada delante del pupitre, sin otra cosa que hacer que verlas… o atender, claro.
   Comenzamos a hablar y al poco rato sonó el timbre que indicaba el comienzo de la jornada. Fuimos a las escaleras y busqué a Julia para subir juntas como siempre, pero no había ni rastro de ella. Seguirá con Marcos, pensé. Y entonces me vino a la cabeza la mirada que le había pillado echándome y me pregunté cómo mi mejor amiga era capaz de soportarlo. Y así, sin quererlo, pero por segunda vez consecutiva, empecé el día pensando en Marcos y sus ojos marrones.

2 comentarios:

  1. AcAbo de leer tu novela i me encanta, espero el siguiente capitulo i te sigo:)

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  2. Muchas gracias!:) ¿Me tienes en el Tuenti?

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