sábado, 7 de enero de 2012

Capitulo 1.2

-En serio, no me creo aún que ese sea un alumno como tú y como yo. Y que encima vaya a nuestra clase, tampoco. –comentó Julia. Estábamos en el patio, bajo el porche donde dejábamos las mochilas, esperando a que sonara el timbre para iniciar una aburrida jornada.
   Habíamos llegado hacía cinco minutos, y en ese corto período de tiempo, Julia no había parado de buscar con la mirada, sin ningún disimulo, a la novedad de aquel curso. Hasta que no lo encontró no se quedó tranquila.
   Sabía que me estaba hablando sobre él, porque en toda la semana anterior había sido el único tema de conversación que había sido capaz de sacar: Marcos, el chico nuevo con apariencia de modelo y aires de persona importante. Este era el motivo por el que todas las chicas de la ESO, e incluso de Bachillerato, anduvieran tras él, suspirando cada vez que su mirada se topaba casualmente con la de alguna de ellas.
   -No es como tú y como y yo. Es un creído y un guarro –respondí sin siquiera levantar la mirada de mi teléfono.
   Al parecer, yo era la única con un poco de sentido común, la única que parecía darse cuenta de que uno de los principales motivos de ser guapo es creérselo… Y él andaba como si la Tierra girase a su alrededor en vez del Sol.
   -Tiene motivos para creérselo –concluyó Julia, mirándole descaradamente.
   Me digné a levantar la vista para echarle un vistazo. Llevaba el pelo negro corto despeinado, al menos aquella mañana. Desde luego se vestía bien, y hacía falta tener realmente buen gusto para que yo lo admitiera. Solía llevar pantalones ajustados con camisetas anchas, todo ello de marca. Fumaba, pero al parecer no le podían las adicciones y lo mismo se tiraba sin cigarros una semana. Sus ojos castaños a veces eran ocultados tras unas gafas de aviador negras, que combinaban perfectamente con su piel morena.
   -Puede, pero eso no le da derecho a comportarse como se comporta –repliqué volviendo de nuevo la vista a mi móvil-. Además, los prefiero como…
   -¿Cómo quién? –susurró una voz en mi oído.
   Me giré bruscamente, y mi corazón comenzó a latir desenfrenadamente cuando vi que Jaime estaba a pocos centímetros de mí. Sus ojos azules me miraban intensos y su sonrisa perfecta estaba dibujada sobre un rostro igualmente hermoso.
   -Como George Clooney, campeón –mentí dándole una palmadita en el hombro. Iba a decir “Como Jaime”, pero fui lo suficientemente rápida como para no quedar en evidencia.
    Le revolví el pelo negro con la mano a modo de saludo. Me giré de nuevo hacia el teléfono para apagarlo, ya que con el que había estado hablando ahora estaba a mi lado.
   -¿Pero tú sabes cuántos años tiene? ¿Y lo lejos que vive? Deberías buscar a alguien más cerca… -continuó el.
   Iba a contestar a su indirecta, pero justamente Julia escogió aquel momento para levantarse diciendo:
   -Este hombre me puede. Me voy a hablar con él.
   Y se marchó con paso decidido hacia el chico nuevo, dejándonos solos a Jaime y a mí. Lo miré a la cara, mientras él observaba a Julia acercarse con el desparpajo que la caracterizaba a Marcos.
   Conocía a Jaime desde que ambos éramos apenas unos bebés. Nuestras madres se conocían desde niñas, y nosotros llevábamos siendo amigos toda la vida. Mi madre lo trataba como a su sobrino favorito, pero, gracias a Dios, no era mi primo. Dudaba mucho que se pudiera pensar en un primo de la manera en que pensaba yo en Jaime.
   -¿Quién es esta vez? –inquirió él, devolviéndome a la realidad.
   -Marcos –respondí, lacónica.
   -Me saca de quicio ese tío, en serio. No puedo con él.
   Observamos cómo Julia hablaba animadamente con él y cómo, de pronto, me señalaba. Marcos giró la cabeza con aire de superioridad para mirarme. Me observó fijamente apenas unos segundos. Por un momento me dio la sensación de que ponía cara de sorpresa, pero sonrió y se dio la vuelta de nuevo, así que, mientras me disponía a ir a clase junto a Jaime, decidí que lo habría imaginado.